Una foto y una historia
Hace unos días me regalaron la fotografía que les muestro en
la pantalla. Me la trajo Mario, el niño con el gorro verde que va a saltar al
agua desde la plataforma ayudado por mí. La foto es original, en papel Kodak de
cuando no existían las cámaras digitales ni los teléfonos móviles. Escrita en
el reverso hay una dedicatoria, pero esa me la guardo para mí.
Vamos a tratar de situarnos en el tiempo: la nueva piscina
de “El Cristo” se inauguró en junio de
1992, tras casi tres años de reformas. La foto data de finales de ese año o
principios del siguiente. Mario y sus compañeros pertenecían a la guardería de
la Universidad de Oviedo, que decidió organizar un curso de natación en las
nuevas instalaciones. En aquellos tiempos la edad habitual para empezar a
asistir a cursillos de natación era seis años. Cuando el Director me llamó a su
despacho y me encomendó aquella tarea sentí
cierto temor pensando en tener a mi cargo y bajo mi responsabilidad
criaturas de tres años; por eso recuerdo perfectamente a Mario y a sus
compañeros de la guardería: era la primera vez que impartía natación a niños
tan pequeños y no sabía muy bien qué hacer con ellos...
La piscina, como puede apreciarse, no ha cambiado mucho
desde entonces. Se quitaron los poyetes
(las plataformas de salida) de las calles laterales, para evitar que los chiquillos
pudieran lastimarse si chocaban con la pared lateral de la piscina al saltar.
El miedo es libre, y el instinto decide que es mejor romperse la crisma que
ahogarse; de ahí mi brazo extendido para
evitar que Mario aterrice en los azulejos. El resto permanece igual, tan sólo con alguna capa añadida de pintura.
La experiencia debió ser positiva porque unos años después
superó las pruebas de acceso y comenzó a entrenar en la Escuela de Natación. De
nuevo el destino cruzó nuestros caminos. Mi primera temporada al frente de la
Escuela fue allá por 1997, el primer año en solitario, los dos siguientes en
compañía de la entrenadora María José, y ya después con Santos. Hasta hoy (hace
veinte años en el equipo habría unos 60 nadadores, número que fue creciendo
hasta llegar a los 200 actuales, de ahí la necesidad de dos entrenadores.
Acerca de la evolución de la Escuela de Natación queda pendiente una entrada
para escribir sobre su historia…). Mario destacó como “bracista” en los muchos
años que estuvo en la piscina con nosotros. Era buen nadador y disfrutaba en el agua. Pero
sobre todo sobresalía porque siempre estaba alegre y contagiaba su buen humor a
los que le rodeábamos. Cuando dejó la
piscina, y ya en la Facultad de Medicina, siguió vinculado a la Escuela de Natación y nos ayudaba siempre que sus estudios
se lo permitían en la organización de las competiciones.
Ahora trabaja en Santander de médico, y como un buen amigo nos
visita siempre que puede; a veces en la piscina y otras simplemente para tomar
una cerveza y charlar un rato en la barra de un bar. Y sigue derrochando entusiasmo
incluso en estos momentos que no son fáciles para él por haber perdido a su
madre recientemente.
Gracias Mario,
recibe un fuerte abrazo.
Estas experiencias hacen especial la tarea a la que nos
dedicamos.
Año 2002: Mario, algo más crecido, sonriente con su medalla de la Final de los Juegos Deportivos del Principado de Asturias:
Año 2002: Mario, algo más crecido, sonriente con su medalla de la Final de los Juegos Deportivos del Principado de Asturias:
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